El jueves pasado, antes de rendirme al poder de la gripe, asistí al estreno de Hamlet en el Teatro Rosalía de Castro de A Coruña. Primera representación de teatro profesional en gallego de dicha obra del maestro Shakespeare. El elenco de actores era tremendamente atractivo ( si no llegaba con la obra en sí): lo mejor de la escena teatral y cinematográfica gallega, con el internacional Luis Tosar a la cabeza como el "incierto señor Hamlet".
Repasemos brevemente el argumento de Hamlet: El Principe Hamlet ha perdido ha su padre y ha visto como en poco tiempo su madre se casa con su tio Claudio. Tras un breve encuentro con el espectro de su padre, que le comunica que fue asesinado, decide fingirse loco para descubrir al culpable... Lo novedoso, si es que algo puede quedar de novedoso en esta obra, es el hecho de que Lino Braxe, el director, decide situar la acción en la Dinamarca de la invasión nazi, que no es que sea algo realmente vital, sino que a primera vista sólo es apreciable por los uniformes militares, la vestimenta de mediados del siglo XX y por la cruz gamada que llena todo el escenario al final de la representación. Sólo me parece reseñable de todo esto la elección musical, ya que fuimos recibidos por Marlene Dietrich y todo lo que suena en la obra me pareció realmente bueno. Explicado esto, pasemos a la miga del asunto.
A mi la representación me encantó, y eso teniendo en cuenta que a mi a Shakespeare que ni me lo toquen. Reconozco que me costó creerme el papel de Manuel Manquiña como Polonio,pero evidentemente eso es producto de muchos años viendolo haciendo humor, que parece que no, pero marcan, aunque según iba avanzando la obra cada vez me iba gustando más. Ofelia, en su locura, cantando, esta impresionante... y Tosar, desde mi punto de vista no hace otra cosa que confirmar lo que ya todos sabemos, que es un actorazo. Los soliloquios me parecieron fantásticos. Me gustaron ciertos toques de acercar la obra al patio de butacas con representaciones en el pasillo, aunque eso supuso que desde ciertas localidades no se pudiera ver, pero le daba un toque sorprendente y menos rígido. El ritmo de la obra fue aumentando poco a poco y también se notaba mucho más comodos a los actores, algunos de ellos algo rígidos al principio, como el caso de Víctor Mosqueira.
Lo que sí me gustaría comentar son dos pequeños apuntes. Primero, la horrible crítica de la obra que hace La Voz de Galicia , dando palos por todos los lados, y considerando la obra como una mera recitación, considerando que cada actor hacía la lucha por su lado y quizás con un cierto resquemor por la cantidad de apoyos económicos que recibió la obra, cosa inusual por cierto en la escena teatral gallega. Y la segunda, es el comprobar como cierta ex-personalidad política gallega fumaba alegremente bajo un enorme cartel prohibitivo con la connivencia de los gestores del Rosalía, mientras que todos los demás fumadores, respetuosos, estaban 3 metros más allá, pero de la puerta para fuera.
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