Les conté que durante una semana de septiembre navegué por viejo Rin y el Mosela. Mi primer crucero. Debo confesar que al principio no me seducía la idea. No por los lugares que iba a visitar, que eso hacía que se inclinara la balanza hacia el viaje, pero quizás por el hecho de llevar todo un viaje cuadrado y sin espacio a la improvisación. No es que esta dama sea la reina de las ideas repentinas, me gusta viajar y llevar las cosas bastante atadas, pero tampoco me gusta que si estoy disfrutando de algo, lo tenga que abandonar por falta de tiempo.
Pero reconozco que toda posible duda se terminó de disipar al ser capaz de llenar mis ojos con vistas como estas. La sensación de paz era absoluta.
Ante sus ojos, el Mosela, en su llegada a Coblenza, donde se une al Rin. Era realmente agradable sentarse a leer en el bar y disfrutar de la vista.
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