22 enero 2009

A Roman Holiday

Les dije que me iba unos días a ver piedras. Para su tranquilidad, no me metí en la Fontana di Trevi, ni tentaciones tuve, cosas de hacer un frío que pelaba.

Me encantó reencontrarme con Roma casi 17 años después de mi primera visita. Mis ojos más adultos ( y miopes también) iban ávidos de ruinas e historia, con la cámara al ralentí para traermelo todo inmortalizado.

Lo primero, ese Bed & Breakfast, que cumplió sus dos funciones estupendamente. Tenía camas y unos pedazo de desayunos, servidos en la habitación que hacía que una empezara el día cargada de energías.




Después, a caminar, a caminar y a caminar, y después de algún que otro capuccino molto caldo, caminar y caminar, y a veces para para ponerse ciegas de pasta, que es lo propio. La decisión de qué ver cuando vas a un sitio que tiene tanto en todos los rincones suele ser la de abarcar todo lo que puedas, hasta que el cuerpo aguante.

Hubo fuentes, empezando por mi favorita, la Fontana, esa en la que en su momento tiré la moneda para volver, ritual que he vuelto a realizar esperando que se cumpla de nuevo. Los foros imperiales hacen que después de observarlos un rato en su decadencia consigas cerrar tus ojos y trasladarte a las épocas de los Césares, a verte con una túnica caminando entre columnas magistrales o convertirte en una Vestal. Siguiendo por ellos va creciendo el Coliseo, magistral, enorme, sin suelo, con los asientos reservados aún con los nombres de los notables. Tu boca se abre y tarda horas en cerrarse.


La vista al Trastevere me descubrió un barrio peculiar, de gentes orgullosas, que nacen y mueren allí, que se casan y viven allí, un cierto recuerdo a cierto barrio coruñés con el mismo ambiente. Con un gran mercado, aunque me gustó más la visita al de Campo de'Fiori, por lo de ver la diversidad de comidas y gentes, más auténtico.


Por supuesto que fuí a la Bocca della Verità, y les comunico que sigo tecleando con mis dos manos, lo que implica que pasé su prueba. Esta dama no miente. Mis disculpas desde aquí al pobre japonés que mandé en dirección contraria cuando me preguntó por el Circo Massimo, cosas de la lluvia y las prisas ( y de que sólo a él se le ocurre preguntarle a otro turista). Quattro Fiumi se alzó ante mí tan grandiosa como lo recordaba, los cuatro grandes ríos vistos por Bernini en el centro de Piazza Navona. Qué frío, pero qué café tan rico con esas vistas.


Los Museos Vaticanos llenos de riquezas que hacen que te indigne un poco el poder y la ostentación de la Iglesia. Y Miguel Ángel, una no sabe qué elegir: el Moisés, la Piedad, el Campidoglio, la Capilla Sixtina, la Cúpula de San Pedro... optar por una me parece excluír a las demás, y no soy nadie para hacerlo.

¿Lo último que vi? Castel Sant'Angelo con su Arcángel San Miguel y su espada salvadora. Bajo la lluvia de la noche. Girar y a un lado San Pedro y al otro una vista inolvidable de Roma.

Arrivederci.

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