En ningún momento me voy a referir a la obra, de la cual yo ya hice mi comentario en su día, ni a los actores, simplemente, es que necesitaba desahogarme y poner claritas unas cuantas cosas. En resumen, necesitaba poner el grito en el cielo, criticar, rajar, como lo querais llamar, y para eso tengo un blog, no?.
Partamos del punto de que estoy a favor de que el teatro llegue a todo el mundo, de que no es un arte que sólo está al alcance de unos pocos, que me encanta que haya precios populares y representaciones en lugares a los que tradicionalmente no llegaba... pero todo en su límite. En este caso, el lugar de la tragedia (más que nunca una tragedia) fue el Edificio de Servicios Múltiples del Ayuntamiento de Culleredo (A Coruña).
Lo que ayer presencié (gratis en mi caso, precios populares para la mayoría) fue una tomadura de pelo de principio a fin, y repito que de todo esto quedan libres los actores y la obra en sí. Lo que sí quiero atacar es el hecho de que no entiendo qué necesidad hay de masacrar un montaje de esta manera, obligando a los actores a realizar su trabajo en un auditorio que parecía sacado de un colegio de la post-guerra, con el escenario a ras de suelo, con el público sentado en sillas de plástico acumuladas sin sentido, el club de jubilados jugando un campeonato de llave fuera, el avión de las 21 horas que llegó puntual, el tren que también venía dentro de la hora prevista... y con esa falta de educación por parte de la gente que acudió a verlo:
- La chica de atrás, gran fan de Tosar, quiero creer, se paso toda la obra sacando fotos con su cámara digital último modelo, grabando videos y luego mirando si estaban bien.
- Su acompañante, sacó su móvil a la primera llamada que le hicieron, y luego, ya que lo tenía en la mano, pues por qué no mandar mensajes a los colegas?
- En la fila de delante, una señora bostezaba ruidosamente, muy ruidosamente, sin ningún tipo de pudor, como si estuviera en su casa.
- La gente se levantaba al baño, levantando consiguentemente a toda la fila y con todo tipo de ruidos, y volvía realizando la operación contraria. Y también hubo quien se levantó y nunca más se sentó, porque decidió que así veía mejor.
- Alguien, quiero creer que tan enamorado de Shakespeare que no se lo quiso perder, decidió llevarse a su bebé que hacia pucheritos alegremente en medio de la obra.
- Hubo quienes decidieron que ya era hora de cenar y se fueron sin esperar al final.
- Y esos pobres sufridores de actores, en las escenas que se hacían fuera del "escenario", tenían que pedirle permiso a los que se habían sentado por el suelo de los pasillos o por las escaleras, para poder continuar con su trabajo.
Y podría seguir así hasta mañana, o hasta pasado mañana, pero ya he quitado de dentro bastante de la ponzoña que me estaba envenenando. Por suerte yo la había visto antes, pero realmente lo sentí por aquellos que se acercaron a disfrutar del teatro y se encontraron con ese esperpéntico espectáculo, que espero que no les traiga secuelas.