Hoy era de recibo que yo tenía que publicar algo. Pero ocurre que, como todos, pasamos crisis de folio en blanco, que entre una cosa y otra no encuentras tiempo para sentarte a escribir nada interesante, y cuando lo encuentras, no tienes nada interesante que decir. No sé si me entendeis.
Me levanté con la idea de bajar a mi libreria favorita a comprarme un libro, pero al final desistí de la idea. Los compro todo el año, tampoco es que sea excesivamente necesario hacer dicho acto un domingo, que parecía amanecer con sol, e incluso con intento de primera tarde de playa (frustrada, eso sí, en cuanto pusimos los pies fuera del coche), y ni se me pasa, ni pasará nunca por la cabeza el leer El Quijote ( el año pasado tuve que leer obligada parte de un capítulo delante de un auditorio, en alemán, y aún tengo secuelas).
Y bueno, pues un Día del Libro sin libro nuevo, sin consejo de lectura, recordando eso sí la coincidencia que ha llevado a celebrarlo tal día como hoy. Sabreis, supongo, que es el Día del Libro porque, tal día como hoy de 1616, murieron Miguel de Cervantes y William Shakespeare. Es más, Shakespeare había nacido ese mismo día de 1564.
No obstante, esta coincidencia de fechas de fallecimiento viene dada por la utilización de diferentes calendarios. En España ya estaba en vigor el calendario Gregoriano, mientras que en Inglaterra todavía se guiaban por el calendario Juliano. Siguiendo el primero, la fecha de la muerte de Shakespeare sería el 3 de mayo.
Pero los astros parece que han querido que el 23 de abril también desaparecieran Molière, Garcilaso de la Vega y Josep Pla. Coincidencias que se dan.
No obstante, algo de literatura ha habido en este domingo de asueto. Por imposición, aunque ha resultado un placer, terminé de leer un libro cercernado, de lectura gradada para estudiantes de idiomas, puesto que desde hace unos años mantengo una lucha encarnizada con el idioma alemán. Effi Briest, de Theodor Fontane, retrato de una joven en la sociedad aristócrata de la Prusia de Bismark, que casan siendo una niña y que tiene una vida bastante desgraciada. Decir que Thomas Mann comentó que si tuviera que dejar un sólo libro en su biblioteca, sería Effi Briest. No me gusta leer novelas gradadas, nunca me ha gustado, se notan demasiado los cortes, pero mi alemán es tan rústico, que no podía ser de otra manera.
Espero que vosotros hayais disfrutado del día.
2 comentarios:
Leer en alemán me parece que debe ser algo tortuoso. Aunque seguro que es la mejor forma de introducirse en el idioma.
Feliz día de libro.
Un saludo
Todos los días me vuelvo a plantear cuales han sido las razones que me llevaron a estudiar alemán, y sigo sin saberlo... pero una vez llegado el punto en el que estoy, no queda otra que seguir... es farragoso, árido y sigue sin gustarme, pero tengo la odiosa costumbre de no dejar nada a medias...
Un saludo doctor.
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