Britania, la mejor de las islas, está situada en el Océano Occidental, entre Galia e Hibernia, y mide ochocientas millas de longitud y doscientas de anchura. Todo lo que es adecuado al uso de los mortales, Britania lo proporciona con infinita prodigalidad. Pues abunda en toda clase de metales, posee campos que se extienden por todas partes y laderas idóneas para los mejores cultivos, donde, debido a la fecundidad de la tierra, variadísimos frutos se recogen en las distintas estaciones. Tiene bosques, repletos de todo género de animales salvajes, y claros ricos en hierba con que alimentar el ganado, y flores de muchos colores que reparten su miel entre las abejas que acuden a libar en ellas. Prados posee también en lugares amenos, verdeantes al pie de las altas montañas, donde brillantesmanantiales, fluyendo en nítidas corrientes con un murmullo suave, arrullan e inducen al sueño a cuantos yacen en sus riberas. Está regada, además por lagos y riachuelos abundantes en peces y, sin contar el estrecho brazo de mar de la costa meridional por el que se navega a las Galias, por tres nobles ríos, el Támesis, el Severn y el Humber, a los que extiende como si fueran brazos para recibir el comercio de ultramar, traído hasta aquí en naves propias y desde todas la naciones. Dos veces diez ciudades, y dos veces cuatro, fueron la gala de Britania antaño; de ellas algunas, con las murallas destrozadas y en lugares abandonados, prentan hoy un desolado aspecto; otras, en cambio, se han conservado intactas y muestran todavía hoy las iglesias dedicadas a santos con sus torres, bellísimas y airosas allá en lo alto, donde congregaciones de religiosos, varones y mujeres, prestan servicio a Dios según la tradición cristiana. Finalmente, la habitan cinco pueblos, a saber, los Normandos, los Britanos, los Sajones, los Pictos y los Escotos. De ellos fueron los Britanos quienes, antes que los demás, la poblaron de mar a mar, hasta que, debido a su orgullo, la venganza divina los alcanzó y hubieron de someterse a Pictos y Sajones. Queda ahora por explicar de dónde vinieron y de qué manera llegaron a nuestras costas, lo que será objeto de los siguientes párrafos.
Así empieza La Historia de los Reyes de Britania, de Geoffrey de Monmouth, una delicia histórica de literatura artúrica del siglo XII, que convierte a un borroso personaje en un gran monarca y crea una leyenda en torno a su corte feudal de caballeros. Que no les asuste su antigüedad, es delicia pura.